martes, 17 de agosto de 2010

CLASE DE HISTORIA

Sí, mein professeur, el formulario

fue una gran tomadura de pelo,

urdido para que los pájaros cayeran sobre los patios

y tras los pupitres los críos se arrodillaran en filas de a tres.

Pero el río es así y qué falta hace que adquiera otro sentido.

Los alumnos lo repetían cantando:

la tribu remontó el cauce,

un vado tras otro,

una vasta pradera

llena de trigo, hidromiel y manzanos,

allí fundaron la primera ciudad.

Leyendas de un viejo chamán. Fuegos de artificio.

Sí, mein professeur, mon leader,

ella dejó entonces de bailar,

se cancelaron las canciones

y se supo lo que era en verdad el desierto,

no ese friso de arena dorando el horizonte hacia el sur.

¿Qué más quiere? Los meridianos y los relojes

latían al unísono y se tasó la seda de acuerdo

con su patrón. ¿Por qué hace compartir esas quimeras?

¿Por qué debemos renegar de nuestros males?

¿Por qué si el corazón sigue su ritmo de un hombre a otro?

Sí, mein professeur, tendrán el paraíso

quienes bien aprendan las cosas.

Los réprobos ni el pan, ni el sílex, ni el fuego.

No se lamente.

Sólo sonría, por favor.