sábado, 23 de enero de 2010

SOBREVOLANDO LOS ALPES

Cualquier paisaje es un error. Simple cuestión de simetría.
El tedio tuvo alguna parte en ello: moldes
demasiado viejos, el torno inmóvil en el alfar.
Lo que los arquitectos del Estado no previeron
fue esa enorme alfombra de nata salpimentada de alerces.
Vais a tener que empezar de nuevo, les diríamos,
son cáscaras las cimas y las habéis llenado de arroyos.
Algo así. Algo hecho despacio mientras el piano responde
al trío de cuerdas.
La desidia aqueja también a la geografía. Los motivos
se repiten y repiten como los platos de un menú.
Menos mal que la naturaleza nos reserva algo asombroso.
Una rama entre la hierba, un guijarro a la orilla del mar.
La flecha estacional de las grullas escribe el camino correcto
con letra alborotada. ¿La elección? Ir. Venir.
Así que puedes estar tranquilo, nadie va a meter mano
en tu cuenta bancaria. Puedes dejar allí las fotografías,
confiar tu pasado al cajero, sumar si quieres de una
en una cada esquirla de tu vida.
Un día, como un albatros, caerá el sol en picado sobre la espuma,
tomará su pez y remontará el vuelo.
Ese día que fue todo lo que éramos.
Hay que sopesar las circunstancias como en Puerto Príncipe
las damas de alcurnia sopesaban los testículos
de los esclavos antes de su venta.
El Danubio por la mañana: una roja compota y el rocío.
Todo fresco. La cara recién lavada. Hora
de vestirse y salir. Pero, ¿y si no hubiera calle?
¿Y si las cosas hubieran vuelto a algo previo a la creación?
Salir de casa para siempre. Presagios escritos
en las vísceras de las aves más exóticas.
¿Qué acertijo es éste?
Aquí abajo todo son trabalenguas, alguien murmura.
Oh, mi valiente magiar, exclama la mujer,
hay bombones en la mesa, un lápiz y un sobre sin franqueo.
Hay que tratar de recoger la casa antes de que la tierra
se rompa en mil pedazos, deshacer las maletas y tender el mantel.
Quizá Toussaint Louverture regrese a liberar el alma de los muertos.
Hay que ser precavidos. Doblar la página en uno de sus vértices,
extraer de los cuerpos deshechos alguna idea de civilización.
Créetelo: las noches al raso son terribles ahora,
la angustia que sientes no solo a ti pertenece, es poderosa,
se duplica. Al cabo de unos años, apenas una esquina
en un periódico. La rutina es el mal que padece la historia.
Ásperas plantas de pies, arrugas, la carne viva, el tropel de la sangre.
Las ruinas.
Sí, mi amor, este no es el paraíso prometido. Aquí
no hay quien crea a los dioses ni quien colme su despensa.
Menos aún.

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