martes, 19 de mayo de 2009

¿Poesía? Poder

Del variopinto mundo de la poesía española, dos títulos pueden resumir perfectamente uno de sus males: el efecto acogotador y caníbal de ciertos grupos de poder, de determinadas camarillas que ni en tiempos de la reina castiza. Uno es el Playstation de Cristina Peri Rossi, último premio Loewe. El otro Intuiciones de Fernando Lamata. Ambos caen, desde ópticas diferentes en el mismo charco: un vulgar prosaísmo que acaso parte del convencimiento de que poesía es la disposición en versos de cualquier texto. Valgan los siguientes de Peri Rossi:
"Me llaman de una editorial
y me piden que escriba
cinco folios sobre la necesidad de la lectura
No pagan muy bien".
Pues eso. Aunque difícilmente será su caso. No su caso es bien distinto: suculentos dividendos por un ¿poemario? atroz, premiado por un jurado de amigos, muchos de los cuales son jurados de otros premios que acaba publicando la editorial que les paga. Vamos: un ejemplo más del síndrome de juanpalomo. El caso de Lamata, aunque desde presupuestos distintos, acaba siendo similar: cargo político regional metido a rapsoda que, ¿será por aquello de las subvenciones?, encuentra editorial que publica sus versitos de más que pobre prosodia.
Poder. Tal es el denominador común de ambos caso. Un viejo asunto del que ya hablara Propercio. La literatura, la poesía, es accesoria.

jueves, 14 de mayo de 2009

Francisco Mora: Palabras para conjugar tu nombre. ExLibris Ediciones, 2009.
El pasado día 8 de mayo, en el marco de la FLLIC, Francisco Mora nos aproximó a Palabras para conjugar tu nombre, su último poemario. Sucedió dentro de un acto colectivo organizado por la editorial ExLibris. Colectivo y, más que variado, desigual. Junto a propuestas sólidas (la del propio Mora o la de José Ángel García), hubo alguna otra que de puro bochorno, tocada por las musas del subvencionismo que no por las de la poesía, debiera movernos a una reflexión sobre los criterios utilizados por los poderes públicos para la promoción de la cosa literaria (basta repasar, y leer, los fondos y obras de tantos servicios de publicaciones locales, provinciales o autonómicos donde, junto a obras magníficas, malduermen numerosos paniaguados). Frente a ese totum revolutum, el libro de Francisco Mora hubiera requerido una presentación a solas, donde sus Palabras pudieran, pausadas, serenas, calladas, haber conjugado los nombres. Todos sus nombres. Y es que Mora, poeta de una pieza, nos ofrece un poemario poliédrico, intimista pero a veces mordaz, ni ajeno a la vida ni a la literatura (el poema Las hormigas, magnífico, o la sección Una cabaña al aire son tanto una reflexión metaliteraria como toda una declaración de principios vivenciales), en el que resuenan voces que nos devuelven siempre sus ecos. Un poemario que además supone, ya ocurría con Memoria del silencio, una liberación de la tutela, nunca impuesta ni impostada, de Diego Jesús Jiménez. En Palabras para conjugar tu nombre la memoria, esa memoria de penumbra lánguida que habitaba sus primeros poemarios, va dejando paso a una memoria más analítica, menos herida, de una mayor vitalismo. Capaz de rendir y pedir cuentas al pasado, de saber que “andar con las migajas de aquel niño / en los bolsillos no va a devolvértelo”. Bodegón, De prestado, Parranda, Fantasmas, Inscripción, son poemas que lo atestiguan. Pero no sólo de memoria viven estas Palabras de Francisco Mora. También en ellos aflora el problema del espejo y la otredad. Y el amor, ese hilo conductor de buena parte del libro (especialmente en títulos, y no cito todos, como Condena, Costumbre, Divertimento, Biografía), hasta el punto de que esta obra más que ninguna otra anterior se desborda en emociones. Aunque yo no diría sólo el amor, sino la luz. Una luz que se convierte en elemento vivificador y da a la palabra nuevo brío y contrastes. Contrastes que se reflejan también entre los propios poemas. Si bien, y en general, la palabra poética de Mora se ha hecho cada vez más esencial, más desnuda y precisa, es curiosamente en los poemas de mayor extensión donde mejor se resuelve (acaso por ser más acordes a su quedo y hondo decir), y no tanto en los cortos o los de cierto sesgo experiencista o social tales como Intemperie o Luna vieja (tal vez por la tensión que imponen contra el intimismo de nuestro autor). Pero claro, como decía más arriba, este Palabras para conjugar tu nombre es, tal y como cualquiera somos, una obra poliédrica. Y sobre todo es una propuesta sugerente, capaz de partir de un mundo para crear otro, denso en su mítica cotidiana. Inquietante en ocasiones. Además, y eso me agrada, exige al lector que se adentre en él, que no sea complaciente, que se deje llevar en sus aguas, ya sean calmas o tempestuosas, pero que no se limite a ir en la barca, sino que reme pues, tal y como Francisco Mora cierra el libro, no entregará nunca “su mejor verso al usurero”.