miércoles, 17 de diciembre de 2008

Desde la habitación de un hospital la nieve, como la vida, es algo que sucede al margen de uno mismo. Algo irreal, producto más de la filosofía que de la atmósfera. En ese instante uno da en pensar que, como los copos, no es sino una indeterminada sucesión de unos que caen sin conocerse. El que ve caer la nieve, el que cierra la pluma una vez escritas estas reflexiones, el que luego, días más tarde, las teclea en el ordenador. Algo en mi rostro habrá mudado de entonces a ahora. Y algo en el paisaje habrá trocado esa nieve por una mancha gris, un fragmento de luz o un barro sucio. Cosas que, extintas, nos llaman desde el pasado. Como cada uno de esos yo.

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